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El Hombre de la Cisterna



CASA DE CAMPO

- Señora Jameson, su esposo Karl tendrá libre un fin de semana al mes, y vendrá trayendo los víveres necesarios para que usted y su hijo se abastezcan hasta su siguiente visita.

Con estas palabras, la asistente de gerencia de la empresa en la cual trabajaba el esposo de Martha se despidió. Ella estaba a punto de cerrar la puerta principal de la casa, cuando la misma volvió a abrirse de un pequeño empujón.

- Casi lo olvido. Es muy improbable que falte el agua aquí, pero en caso que llegara a pasar, le entrego la llave de la cisterna que se encuentra a pocos pasos del patio trasero de la vivienda. Deberá abrir la llave de paso de la misma para que el flujo de agua corra por las tuberías.

Esta vez Martha sí pudo ver a la joven subirse en su camioneta y abandonar la casa por el camino de tierra que se perdía en el horizonte. Martha verificó que su hijo Terry siga dormido en el sofá del salón principal, pasó el pestillo por la puerta de entrada, y se quitó su chaqueta para poco a poco empezar a abrir las cajas de mudanza y acomodar las cosas.

Karl Jameson y su esposa Martha llevaban siete años de casados. Su hijo Terry tenía cinco años de edad. Nunca habían tenido problemas financieros puesto que Karl era médico y trabajaba para una importante farmacéutica multinacional en un pueblo cercano a la capital. Sin embargo, cierto día informaron a Karl que debía mudarse a la gran ciudad ya que sus amplios conocimientos eran requeridos en las instalaciones principales de la empresa.

Como Martha nunca había tenido la necesidad de trabajar y estaba acostumbrada a vivir lejos del tránsito y el ruido de la ciudad, su esposo aceptó el trabajo con la condición que la empresa le pague el arriendo del departamento donde deba vivir y también que consiga una casa de campo para su familia. El gerente aceptó la propuesta y dio la orden para que se busque el mejor lugar para Martha y Terry.

Al principio, Martha no podía creer que Karl haya aceptado un trabajo en el cual solo podría ver a su familia un fin de semana al mes, pero su marido la convenció cuando le dijo que le pagarían más del doble del salario actual, y que sería un trabajo temporal ya que luego podría ponerse un consultorio como médico independiente y comprarían una casa en la cual vivir nuevamente los tres juntos.

Abriendo las cajas de una en una pero sin sacar las cosas de su interior, el tiempo pasó y eran casi las diez de la noche. Martha únicamente se acercó a la caja que contenía los juguetes de Terry y sacó de la misma al Osito Clovy, peluche de seguridad sin el cual su hijo no podía dormir. Cargó a Terry en sus brazos y lo llevó al que sería su dormitorio, para dejarlo acostado y cobijado junto con su osito.

Eso fue algo que le había gustado a ella de la nueva casa de campo; la misma se la entregaron amoblada. Tomó la maleta en la cual había empacado la ropa y se dirigió a la habitación principal. Luego de quitarse la ropa y ponerse su pijama, se dirigió hasta la ventana para correr las cortinas. A lo lejos, entre las sombras, pudo divisar la cisterna de la cual había hablado la asistente de la empresa de Karl. Se acercó a la cama para acostarse, y en ese momento decidió abrir el cajón del velador que era parte de los muebles con los cuales vino equipada la casa. Dentro del mismo encontró una biblia, lo cual le recordó a los hoteles que había visitado con su marido cuando aún no eran padres y solían irse de viaje cuando él tomaba sus vacaciones que la empresa le otorgaba por ley. Cuando cerró el cajón, escuchó como si algún objeto rodara dentro del mismo por lo que lo volvió a abrir. Extendió su mano por detrás de la biblia y sacó una linterna, la cual era el objeto que había producido el ruido de choque cuando cerró el cajón. Accionó el interruptor de la misma, comprobando que estaba con baterías y funcionaba a la perfección.

En lugar de acostarse a dormir, el hecho de encontrar la linterna le dio la idea de ponerse su salida de cama, sus zapatos deportivos, y salir al patio trasero para revisar brevemente la construcción en la cual se hallaba la cisterna. Salió de su habitación y fue a la de Terry que estaba junto a la de ella, para abrir muy despacio la puerta y comprobar que su hijo estaba durmiendo profundamente. Incluso un par de ronquidos le confirmaron esto. Bajó lentamente las escaleras iluminándolas únicamente con la linterna para evitar encender las luces, ya que las mismas podrían despertar a Terry. Abrió la puerta principal de la casa y salió al patio. A Karl y Martha siempre les gustaron las películas de terror, lo cual había hecho que ella pierda todo tipo de miedo a lo paranormal y lo desconocido. Sabía que todas esas cosas eran producto de efectos especiales y la genial imaginación de sus escritores. Fue por esta falta de miedo que pudo rodear la casa para llegar al patio principal y luego dirigirse a conocer la cisterna. Nunca divisó casas aledañas pues la suya se encontraba en un terreno muy alejado del ruido y de otras familias, tal como su esposo había solicitado a la empresa.

Cuando llegó a la construcción de cemento dentro de la cual se encontraba la cisterna, se topó con una puerta recubierta con una malla formada por pequeños rombos metálicos. Quiso abrirla pero la misma tenía un gran candado que la mantenía cerrada. Recordó que la asistente de la empresa de su marido le había facilitado una llave para poder ingresar. Buscó la misma dentro de los bolsillos de su bata de cama pero no la pudo encontrar. Imaginando que la pudo haber olvidado en el velador de su habitación, pensó que era mucho mejor que aquella puerta se mantenga segura para que Terry no pueda ingresar y así evitar accidentes con el tanque de agua. Dio medio vuelta y regresó a paso lento hacia la casa. De pronto escuchó un ruido proveniente del lugar en el cual se hallaba la cisterna, por lo que se quedó totalmente quieta y muy atenta por si aquel sonido se repetía. Nuevamente pudo oírlo, pero esta vez el mismo hizo que los metales de la puerta sonaran.


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